Si yo fuera una niña ahora mismo no entendería nada.
Sería consciente de estar viviendo una pandemia. Los mayores no hacen más que repetirlo. El gesto de preocupación que muestran al hablar de cifras, medidas y restricciones no me pasaría por alto. Pero no entendería, si están tan preocupados, por qué no cuidan de aquellos que nos curan. Por qué se maltrata a médicos y enfermeras. ¿Por qué la gente se enfada con quiénes más nos protegen?
Tampoco entendería por qué un juego divertido como el fútbol se ha convertido en el escondite de muchos fanáticos. Por qué se gritan, se pegan, incluso se matan por el fútbol. Como si el fútbol fuera una especie de religión que lo justificara todo.
No entendería por qué a un tipo que hace muchos, muchos años jugó bien a fútbol. A un tipo que ni conozco se le rinde homenaje en todas partes y a mi mamá que me parece un gran mujer nadie le presta la más mínima atención. Debía ser un gran tipo, pensaría.
Pero luego escucho que el tipo en cuestión se iba con niñas, se drogaba e incluso llegaba a maltratar a sus mujeres.
Vaya, los mayores no deben saberlo, no se habrán dado cuenta. Se lo diré a mi maestra a ver qué le parece. En el cole seguro que me lo explican.
Me iría resuelta a mi maestra. Pero en cambio mi maestra que es muy forofa me dice que no se habla mal de los muertos. Y me excusa al tipo diciendo que el pobre tenía mucha presión encima, debía meter muchos goles.
Me quedaría sorprendida al ver cómo los adultos contradicen constantemente algunos de sus mensajes. Dicen una cosa y hacen otra.
Y tal vez caería en hacer lo mismo o no, me rebelaría y pediría al universo que parara el Mundo que yo quiero bajarme, como mi querida Mafalda.
Pensaría que no me extraña que luego se vuelvan tarumbas perdidos si no saben ni lo que está bien.
No crecer nunca. Sí, tal vez lo desearía.
O como mi mamá, pasaría por la vida de puntillas y mirando de lado. Quizá, lo mejor fuera directamente cerrar los ojos.
Mis compañeros se preguntan de qué sirve estudiar si cuanto más inculto eres más te reconce el pueblo como uno de los suyos.
A los estudiosos casi no se les homenajea. Incluso aunque lo que hagan sea muy, muy importante. Más que meter goles.
Para conocer a esos grandes de la Ciencia y de la Cultura tienes que leer libros. Sólo la gente que lee llega a comprender lo fundamentales que son.
Mi mamá estudió mucho y ahora está sin trabajo a pesar de hablar varios idiomas. En cambio ellos, los futbolistas, y esa gente que sale en la televisión que a veces no sabe ni escribir siempre parecen felices y tienen tanto dinero que no saben qué hacer con él.
¿Cuánto gana una enfermera o un médico? Y tristemente concluyen que, aunque les gustaría ayudar, la mejor opción es ser famoso a toda costa porque en sus casas necesitan recursos.
Algunas niñas se convencen de que lo mejor que pueden hacer es ir a la tele y terminar siendo la novia de uno de esos futbolistas que hagan lo que hagan son considerados como dioses en la tierra.
Y aunque los adultos repitan que la droga es mala, luego todos beben y se drogan. Esa es la realidad que se oculta a los niños. Como cuando te dicen que los Reyes Magos existen y en realidad son ellos disfrazados.
Así que ser mayor debe ser formar parte de ese juego. Decir y hacer cosas distintas.
Cuanto más te pases, más amigos tienes y más te admiran, como le pasó a Maradona.
Desgraciadamente muchos niños y niñas ven que ir con hombres y maltratar es el pan de cada día.
Muchos famosos lo hacen, y a veces abusan y maltratan pero también hacen regalos. Si hay regalos de por medio no debe ser tan malo. ¿No?
En fin, si yo fuera niña ahora mismo preferiría estar sorda porque para lo que hay que oir, mejor escuchar el silencio.