En estos últimos tiempos también he sido sacudida por el tsunami mediático que han provocado las declaraciones de Rocío Carrasco. Y reconozco haberme convertido en su firme defensora.
Una vez superados los prejuicios del personaje o de los programas en los que se trata el tema, sólo veo a una mujer que lleva años sufriendo y eso me parece más que suficiente para escucharla y apoyarla.
Aunque la sociedad haya avanzado no todas las mentes lo han hecho con ella.
Hay muchas personas que se han quedado ancladas en el pasado y aún blanquean sin complejos el maltrato.
“Perro no come perro” respondió Rocío brillantemente en su última entrevista televisiva cuando le preguntaron porqué a pesar de su desgarrador testimonio había gente que seguía cuestionándola.
Sabemos que el machismo se transmite en el seno familiar de padres a hijos y con el beneplácito de muchas de las mujeres de la familia.
De hecho, no hay mayor machismo que el de la mujer que también ha sido maltratada y decide posicionarse del lado del maltratador.
En estos días, sólo por abrir la boca para defender a la Carrasco, he recibido varios insultos. Por defender lo que creo que es justo, salían mujeres dispuestas a juzgarme y despellejarme. Al más puro estilo plaza del pueblo medieval. Y mi respuesta, contundente en todo momento, fue: no al maltrato, no a la violencia, no a la violencia paterno filial, no a la violencia de género.
Tenemos cifras alarmantes de maltrato, abuso y acoso infantil; más del 25 por ciento de los niños lo padecen.
La violencia paterno filial es uno de los grandes tabúes de nuestra sociedad y la sufren muchas más familias de las que podemos llegar a imaginar. Y no sólo se produce en el seno de familias desestructuradas.
¿Quién tiene estómago para reconocer que su propio hijo o hija le maltrata?
No es nada fácil hablar de eso. Hay que tener un gran valor.
La madre, puente para que los hijos lleguen al mundo, siempre termina cargando con toda la responsabilidad de lo que les suceda. Y eso tampoco es justo porque las responsabilidades de los hijos deben ser compartidas entre padre y madre.
Las custodias compartidas
Son un arma de doble filo. Hoy día se dan como quien reparte flyers en el metro pero si no hay una buena relación entre ambos progenitores y ganas de colaborar es imposible que esas custodias lleguen a buen puerto.
Y muchas de las cosas que relata Rocío Carrasco tienen que ver precisamente con esto.
Si no le hubiera dado la compartida a su exmarido seguramente las cosas hubieran sido diferentes porque éste no hubiera tenido tanta influencia sobre sus hijos.
Esa sensación que relata de que todo lo que construía luego se lo llevaba el viento es terriblemente descorazonadora y frustrante.
Uno, padre o madre, se esfuerza al máximo para que los niños estudien y tengan una educación y finalmente se dinamita la autoridad del progenitor en cuestión y nada sale como se esperaba.
Por ello, la colaboración entre padres es fundamental.
Que se creen dos bandos que no sólo no se comunican sino que compiten entre si es la peor de la opciones. Y en esas grietas es donde se forjan las peores actitudes.
Esa energía de rivalidad es la que determina que a veces los niños también acaben posicionándose a favor de uno u otro progenitor. Y más como en el caso de la Carrasco en la que hay pruebas que demuestran una clara alienación parental por parte del padre y una utilización de los hijos para lucrarse y atacar a su progenitora en el seno familiar y también públicamente.
Mujeres asesinadas y el mito de la mala madre
Parece que para tener la certeza de que se ha producido maltrato una tenga que llegar al borde de la muerte.
Aunque algunos insistan en negarlo los asesinatos por violencia de género si existen.
Desde que se contabiliza en nuestro país y en pleno siglo XXI son ya más de un millar las mujeres asesinadas a manos de sus parejas o exparejas.
En fin, hemos mejorado pero como veis aún hay mucho que hacer.
El mito de la mala madre nos asedia a las mujeres desde el primer llanto de nuestros bebés. Ahí es cuando todo el mundo empieza a opinar si vales o no vales como madre.
Es así de triste. Si das el pecho porque lo das. Si no lo das porque eres una egoísta. Si te dedicas al cien por cien a tus hijos porque terminarás siendo una amargada y si mantienes tu trabajo y eres de las que llega tarde entonces también eres una mala madre porque los niños terminarán queriendo más a la canguro que a ti. Es una presión social constante.
Una madre no sólo debe ser buena sino que debe aparentarlo. Y cualquier decisión que se salga del guión establecido por las supuestas buenas madres te será restregado por el fin de los tiempos. Es realmente agotador.
Nevenka versus Rocío Carrasco
Es triste que las mujeres se peleen y compitan entre si. Tal vez porque soy la mayor de cuatro hermanas y en casa nos solíamos llevar bastante bien. Me gusta pensar que las mujeres estamos aquí para apoyarnos, no para machacarnos. Y por ello empaticé enseguida con el caso de Nevenka y también con el de Rocío Carrasco.
A mi entender ambos tienen cosas en común, y es el juicio popular.
Las dos fueron condenadas por el pueblo antes de ser escuchadas.
Ninguna de las dos respondía al prototipo de mujer maltratada sumisa y en parte por eso se cuestionó su testimonio.
Ambas sufrieron un maltrato sicólogo prolongado y tuvieron que recibir tratamiento psiquiátrico.
Y a pesar de todas las dificultades lucharon durante años superando obstáculo tras obstáculo para que se hiciera justicia.
Rocío Carrasco aún está en esa batalla. Y espero que por fin se reabra su caso y se terminé haciendo justicia.
Conclusiones
Creo que hay que ser muy valiente para salir ahí y decir que han abusado de ti o que te han pegado. Y me consta que son tantas las mujeres que han pasado por eso mismo que tal vez ese sea parte del problema.
La gran mayoría de personas ha vivido el maltrato desde la infancia y para sobrevivir se ha visto obligada a normalizarlo.
Así que hoy día se han formado esas dos corrientes; los que claramente quieren seguir blanqueando el maltrato en todas sus facetas para no poner en evidencia a esos padres, madres, abuelos y abuelas, tíos y tías, novios y novias, hijos o hijas que maltratan, y los que están dispuestos a decir basta ya bien alto para que todo esto, por fin, resulte inconcebible y deje de producirse.
Nadie tiene el derecho, bajo ningún concepto, de maltratar a nadie. Esa es la única máxima que debería prevalecer en este asunto.
El respeto y la colaboración entre hombres y mujeres es la única vía posible para que nuestra sociedad prospere de una forma justa, igualitaria y saludable.