Hoy, seis de mayo de 2022, tuve el placer de conocer a Nina Lakhani. Enfermera y periodista freelance pro justicia climática.
Trabajó de corresponsal en latinoamérica para The Guardian y escribió el libro: Quién mató a Bertha Cáceres.
Libro que a pesar de la amenazas que sufrió la propia Nina por publicarlo ha sido traducido a varios idiomas.
Se cumplen seis años del asesinato de la activista Hondureña Bertha Cáceres que fue asesinada a tiros en su casa de la Esperanza.
Nina la conoció bien y luego escribió sobre su historia. Seis años después, aún no se le ha hecho justicia.
Pensé que vaya un regalo compartir un ratito con una escritora valiente en la barra de la Pubilla, un pequeño restaurante de Gracia que me gusta frecuentar.
Hacía mucho que no me pasaba por ahí y como estaba a petar me hicieron un huequecito en la barra, junto a ella.
Parecía que no hubiera pasado el tiempo. La pequeña sale del restaurante llena de gente disfrutando como tantas otras veces había visto antes.
Ni rastro de la pandemia.
No sabía qué elegir de primero, y no sé si porque me vio indecisa ó qué pero no dudó en recomendarme el salmorejo. Dijo que estaba de chuparse los dedos.
Hablaba español fluido porque había pasado muchos años de su vida en América Latina.
Desde el otro lado de la barra, uno de los camareros de la Pubilla, Oscar, dijo que me había visto en redes por ahí, de viaje.
Sí, estuve en Nueva York, respondí.
Quiero ir a tocar allí con mi banda, aseguró. Durante la pandemia me suspendieron más de cincuenta conciertos y ahora los estamos reorganizando para 2023.
Además de camarero, Oscar es un artistazo; baterista de un grupo de Indie Rock.
Entonces Nina explicó que vivía en Nueva York y que estaba en Barcelona por su libro y por unas jornadas sobre cambio climático que tuvieron lugar en la UB.
Le pregunté por el título del libro y recordé algo de aquel tórrido asunto enseguida. Pero sobre ese asunto hablamos más bien poco.
Comentamos sobre la pandemia, la guerra y el cambio climático.
Ha sido una pesadilla; las calles tristes, los locales cerrados.
Si hubieras visto Nueva York durante el confinamiento, exclamó. Daba una pena; ni un alma en la calle.
He reducido mi ingesta de noticias oficiales porque sólo me producen más y más desconcierto y angustia, dije.
Te comprendo. Creo que un poco nos pasa a todos.
Y ahora, esta guerra.
Sí, todo seguido. No nos han dejado ni un año de descanso.
Fue gracioso porque ambas resoplamos y luego Nina dió un sorbo a su copa de vino con resignación y yo hice exactamente lo mismo.
Hemos pasado de una película de ciencia ficción a otra de guerra mundial, solté en tono sarcástico.
¿No es increíble? Sin pausa, apuntó ella.
Pero si profundizas un poco ves que estaba todo sorprendentemente anunciado.
Simplemente no sabemos escuchar ni nos preocupamos de hacer los deberes.
El cambio climático está detrás de que haya más probabilidad de que los virus de animal pasen al hombre.
Y se avisó de que podía suceder. Sin embargo no se actúo a tiempo.
Si se hubiera tenido más cuidado, si se hubiera invertido más en investigación y en sanidad… tal vez…
Sí, tal vez…
Y con respecto a la guerra, si las advertencias de Putin se hubieran tomado un poco más en serio…tal vez…
Tenían que haberle parado antes, ahora es tarde, aseguró.
Al descender del taburete vi que era una mujer menuda y ágil como un pajarito.
Dejó su bolso colgado del enganche, en la pared bajo la barra y se fue al servicio.
No hacía falta que me dijera nada. Lo vigilaría encantada pero me resultó curioso que no hiciera ni un sólo gesto al respecto. Como si entre nosotras hubiera una confianza natural.
En realidad acabábamos de conocernos en aquella barra de aquel minúsculo restaurante de barrio. Un encuentro de lo más inesperado.
Yo creo que para quiénes han estado en Latino américa, España debe ser una especie de Suiza. Tal vez por eso pensó que todos cuidaríamos de su bolso.
Al regresar del baño, Oscar soltó algo en inglés y Nina respondió en español y nos recordó que había vivido mucho tiempo en México.
Entonces le expliqué que me preocupaba que en México hubiera estados en los que ya racionaban el agua.
Ella me contó que en Honduras y Guatemala muchos niños estaban muriendo de hambre por la sequía.
Por eso precisamente luchó Bertha Cáceres, por los recursos naturales del Planeta. Y también por eso la mataron.
Qué tristeza! Recordaba algo de la historia pero no los detalles.
Por lo visto una noche apareció un sicario en su casa y le asestó siete tiros. Sólo tenía cuarenta y cuatro años.
Aún no se sabe quién demonios fue.
Soy pesimista, soltó Nina mientras recogía sus cosas y se disponía a acercarse a la caja para pagar su menú.
Y no quiero ponerte triste pero nadie está haciendo nada realmente efectivo por el cambio climático.
Encima esta guerra, recalqué.
Ahora todo el presupuesto que debería ir destinado a las renovables se utilizará para armamento y más armamento, aseguró.
Sólo nos queda hacer mucho yoga, bromeé.
Ella también lleva años practicando.
Un placer conocerte, Nina.
El placer es mío. A mi vuelta te llamaré para una clase de yoga.
Si, le había contado que daba clases en casa.