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Susu

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Mudar la piel

By 2 noviembre, 2021 noviembre 25th, 2021 No Comments

Hacía días que no escribía nada. Estaba digiriendo un montón de experiencias. A veces la vida me lleva y necesito tiempo. Tiempo para escribir y ordenar mis pensamientos.

Escapé de otra relación tacaño emocional. Retomé mi perfil en meetic y estoy conociendo a mucha gente. Gente muy variada.

Podría escribir sobre las cosas surrealistas que me suceden. Es increíble. La vida está llena de sorpresas.

Esta pandemia me ha enseñado a aceptar las cosas tal y como son. Y eso no es poca cosa cuando una tiene un talante soñador.

También he aprendido a detectar ciertos juegos sicológicos que se producen a mi alrededor, y a reconocer los que yo misma provocaba de forma inconsciente.

Normalmente la gente que juega no siempre es consciente de lo que está haciendo. Pero una vez lo descubres y lo sabes, hay que dejar de jugar ó detener el juego.

Ahora sé que frente al dolor y la nada, como decía la frase de William Faulkner, sería capaz de quedarme con la nada.

Gracias a Alex Rovira por su inspiración.

He aprendido a estar sola y me quiero más y mejor.

También he renunciado a un supuesto guión nihilista de la vida que comencé a hilvanar seguramente en la facultad de filosofía.

Sin darme cuenta, había tejido una red de araña en la que yo era araña y presa a la vez.

Duele perder la esperanza en la humanidad.

Y después de la pandemia, de la reacción de la OMS, de la irresponsabilidad con la que actuaron algunos gobiernos,

de la cantidad de injusticia social producto de esta crisis era tan fácil hundirse en el desasosiego y dejar de tener fe.

Ante una situación de incertidumbre como la vivida opté por creer en la Ciencia.

Necesitaba algo en lo que poder confiar mínimamente. Y por ello he sido de las que una vez estuve vacunada me relajé y retomé la normalidad en mi día a día.

He decidido ser más sencilla y actuar más. No darle tantas vueltas a todo.

Es cierto que el mundo está mal y que hay muchísimo que mejorar pero cuidado con que ciertas creencias nos lleven a un pesimismo existencial y que a su vez éste nos coloque fuera de la realidad.

Porque ¿qué es la realidad?

Igual que la verdad, la realidad es calidoscópica, lo que cada uno de nosotros creamos. Lo que hacemos con nuestro lenguaje, pensamiento y acción.

No, aún no estamos viviendo en una distopía. Por muy mal concepto que tengamos de todo.

Por mucho que nos aterren las injusticias, el cambio climático, la manipulación y corrupción política, y la desigualdad social.

Aún hay esperanza y proyectos útiles por los que merece la pena luchar.

Aunque cuando una ve ciertas cosas y empatiza con esas otras realidades se queda muda.

Hablar de coraje y esperanza a quienes lo perdieron todo y están en el dolor y la rabia podría sonar tan naif como banal. Al menos en un primer estadio.

Sólo queda enmudecer y acompañar en el más respetuoso silencio a aquellos que sufren porque para ellos la «distopía», al menos por un tiempo, es más que real.

Pero al final no queda otra que controlar nuestro dolor, dominar el miedo y poner las cosas en su justa medida si no queremos que la vida termine inmovilizándonos.

Para mí un ejemplo revelador fue el de la madre de las niñas de Tenerife.

Qué fuerza y amor encierra esa mujer en si misma!

El otro día la escuchaba dando un discurso y no podía evitar sentir verdadera admiración.

Y entonces entendí que hay personas que son auténticos Aves Fénix, resurgen y se crecen en el peor momento de su vida.

Y de paso con sus acciones nos inspiran a todos.

Aprendí a relativizar y a dejar de victimizarme por más que pudieran sucederme también cosas dolorosas.

Ser víctima es la peor de las opciones y no nos sirve para absolutamente nada más que para perder y hacer perder energía.

Si buscas amor, ese no será nunca el camino.

Además, la víctima en realidad nunca busca ser salvada porque está demasiado apegada a su rol.

Sólo si es capaz de mirarse al espejo, de quitarse el maquillaje y reconocer su propia trampa luchará para revertir su estado. Y el camino no es más que aferrarse al coraje.

El movimiento es la esencia de la energía del coraje, tan necesaria para lograr nuestros sueños. La necesitamos. Para superar a la víctima es necesario más análisis profundo, y más acción.

Porque sería genial lograr desarrollarnos de la mejor forma posible y terminar deviniendo lo que estábamos llamados a ser.

Nunca podre evitar ese punto aniñado pero ahora mismo actúo como la adulta que soy y soluciono mis problemas sin quejarme.

Y la realidad es que me he dado cuenta de que soy una persona súmamente afortunada. Porque el éxito en la vida no es otro que seguir viva, tener salud, tiempo y ganas de crear proyectos.

En resumidas cuentas, está siendo un período de estudio y aprendizaje profundo que como resultado me ha llevado a aceptar mis errores y a establecer vínculos más saludables con los demás.

También mi forma de mirar ha cambiado.

No necesito entrar en luchas de poder de ninguna clase. Y cuando veo que no es posible, simplemente me alejo.

He aprendido a soltar y a dejar ir. A no empecinarme en imposibles. Y a aceptar los distintos perfiles de personalidad.

A veces no es que alguien sea antipático. Tal vez sea sólo un perfil distinto al tuyo.

Por ejemplo, un perfil metódico no necesariamente sabe comunicarse bien con un perfil creativo.

Las personas somos tan distintas. No hay nada de malo en ello.

De hecho deberían enseñarlo en el colegio dónde a menudo ya se crean esos absurdos bandos:

Los pros y los pringaos, los graciosillos y los nerds, los colgaos, los malotes, los sumisos.

Si los niños supieran que son meros perfiles de personalidad tipificados y que cada uno tiene sus virtudes. Y que todos, todos estamos en el mismo bando.

Así que esta terrible pandemia que ha arrasado con miles de empresas y se ha llevado por delante a más de cinco millones de personas, y que desgraciadamente no ha acabado aún, está resultando también ser el detonante de una especie de revolución interior. Y me consta que no sólo para mí.

Cuando nos confinaron muchos empezamos a plantearnos seriamente qué esperábamos de la vida. Cuáles eran nuestros objetivos reales.

Hasta aquel momento habíamos hecho muchísimas cosas pero qué era realmente lo que podíamos aportar a partir de entonces.

Todas esas preguntas me hicieron alejarme de algunas personas y acercarme a otras.

Me volví más selectiva con mis amistades, especialmente con aquellas personas que sentía me juzgaban duramente.

Y me puse a practicar yoga y a ofrecer clases en la terraza de casa.

También llevé el álbum de Ella me Salva a fábrica y cuando suavizaron las restricciones logramos realizar el vídeoclip de Amor platónico.

Gracias a esto último encontré un buen aliado en otra distribuidora digital, la empresa Beatclap. Creo que ellos me ayudarán a dar más recorrido a mis canciones.

Al menos me hablan claro y fluido que en esta industria se agradece más que mucho.

A día de hoy sigo con las clases y estoy muy contenta porque puedo ayudar a los demás a través de ellas. Con lo cuál mi perfil ayudador se ve colmado con creces.

Y moviendo mis canciones y dándoles el espacio que se merecen también ese lado creativo tan importante en mí sigue nutriéndose y potenciándose.

Ahora soy yo la que está cambiando, soy yo la que trata de juzgar menos, la que por fin ha abierto los ojos.

Os mando un fuerte abrazo

Susu